jueves, 16 de abril de 2015

El bien inimaginable


DGD: Redes 201 (clonografía), 2012

“El mundo no puede existir sin el mal, porque el mal nos trae el movimiento. El bien sólo provoca la parálisis.” Acaso tal consenso sintetizado de este modo por Robert Musil, sin dejar de acertar en ciertos niveles, se equivoca en otros. Un buen ejemplo es aportado por Howard Fast en su célebre novela Espartaco (1951); ahí la rebelión de los esclavos en el año 73 a.C. es descrita casi en los términos de Musil, y casi a manera de respuesta a esos términos:

Es posible que mientras Espartaco estudia el mapa [del campo de batalla] se le plantee mentalmente la pregunta de cómo nació ese ejército [de rebeldes que lo siguen]. Piensa en el puñado de gladiadores [que lo iniciaron todo con él], y los compara con una lanza que, al ser arrojada, hubiera puesto en movimiento a un mar de vida, que de pronto había arrasado a la aparente calma y estabilidad del mundo de los esclavos.

En este caso era el mal el que actuaba como sinónimo de parálisis: la calma aparente y la falsa estabilidad del “esplendor” imperial romano basado en la explotación brutal de centenares de miles de seres humanos (sin duda lo mismo podría decirse del mundo dos milenios más tarde, de su “estabilidad”, de su “libertad”, de su “seguridad” basadas en otras formas de la esclavitud y la injusticia social). En este nivel es el bien el que pone las cosas en movimiento, el mar de vida que se opone a la parálisis generalizada por el poder.

Desde luego que el cinismo, actitud básica del mal, se negaría a darle el nombre de bien porque, en su usual manera de manipular los significados de las palabras, lo definiría como “una parte del mal que puso en movimiento a las partes restantes de ese mismo mal”. Pero esta discusión es mucho más que meramente de léxico.

No es en absoluto gratuito el hecho de que el Espartaco de Howard Fast fuera censurado en Estados Unidos durante la caza macartista de brujas y en España por el franquismo (Fast llegó a estar en prisión por negarse a dar los nombres de sus compañeros norteamericanos colaboradores del republicanismo español).

Los esclavos que se rebelan bajo la guía de Espartaco son magníficos ejemplos del bien inimaginable. El líder de ese movimiento “piensa en la interminable lucha por transformar a esos esclavos en soldados, para hacer que pensaran y trabajaran en común, y trata entonces de comprender por qué ese movimiento se detuvo”. En efecto, luego de una rebelión de cuatro años que estuvo a punto, como ningún otro conflicto, de terminar con la Roma imperial, los esclavos fueron vencidos.

Sin embargo, si ese movimiento se detuvo, si parece que el bien ha sido derrotado por enésima vez, no fue por haber llegado por sí mismo a la parálisis que le era “característica”, sino todo lo contrario. Porque el mal no es aquello que moviliza, sino el encargado de detener y paralizar a todo lo que en sí es movimiento, como la vida.

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Bibliografía
Howard Fast: Spartacus, 1951. Espartaco, Ediciones Eneas, Buenos Aires, 1956.

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[De Libro de Nadie 3. Leer el siguiente capítulo.]


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